sábado, 13 de septiembre de 2014

UNA INCISIÓN SOCIAL

UNA INCISIÓN SOCIAL

La sociedad, es una fábrica de ideologías, cuyas piezas resisten a la carcoma de los siglos, se remonta invencible sobre su prole como una gigante fuerza de poder. Frente a ella sucumben sumisos los individuos, en su condición de liliputienses; coartados de su libertad presos de los juicios falsos, de regímenes y fórmulas precisas de adaptación social. Y entonces, hay quienes intentan salir de ella y en su afán alteran su forma e inician un proceso metamórfico buscando explorar espacios nuevos, pero  una fuerza, que por lo general es poder los somete y terminan siendo tan vulnerables y despreciables como un insecto.

Es quizá esa condición que lleva a Kafka  a camuflar su historia, la metamorfosis (escrita en 1912 y publicada en 1915) en la criatura más despreciable, hostigada y pisoteada por la humanidad, el insecto; ¿y cómo determinar la simbiosis que pretende Kafka entre su personaje y el artrópodo aquel? He aquí la etimología que podría contextualizar la intención del autor.

En principio, es necesario saber su significado, que según lo refiere la real academia de la lengua, es un término que “proviene del latín insectus, a su vez procedente de insecāre que significa cortar o hacer  una incisión, por lo tanto, es un artrópodo que tiene el cuerpo dividido en cabeza, tórax y abdomen. Los insectos, que experimentan una metamorfosis durante su desarrollo, disponen de un par de antenas, uno o dos pares de alas y tres pares de patas”[1]. Una figura poco atractiva que no entra en el esquema de beldad al que se supeditan las personas, que no merece cariño y que los únicos sentimientos que despiertan es el repudio y la repulsión.

En efecto, Samsa, el protagonista de la narración encarna su cruel realidad en este bicho, cuando despierta y sin sentar precedentes ya está atrapado en   un cuerpo ajeno que por cierto le era muy familiar, ha cumplido su propósito de transformación, que no solo implica cambios fisiológicos sino de hábitat y comportamiento, la mutación había logrado su objetivo; se preparaba posteriormente para adecuar su nuevo ambiente.

Sucede luego que el personaje comienza a describir minuciosamente su nueva contextura: vientre abombado, parduzco y dividido por partes duras, patas ridículamente pequeñas, que vibran desamparadas, esa mutación, pensada desde el holometabolismo tal como lo nombra Arnaldos Sanabria en su libro Fauna Entomológica involucrada (2011), como un proceso de metamorfosis complicada, durante este estadio, el diminuto animal deja de comer y en la mayor parte de los casos se inmoviliza y generalmente se encierra en una cubierta protectora sufriendo dentro de ella una reorganización morfológica[2], esta, es quizá la fotografía perfecta de las tétricas escenas pintadas en la obra, Samsa aunque inicialmente disfrutaba su degradación humana, alimentándose con sobras y comida putrefacta, pasó luego a una muda (evolución de los insectos), en la que no probaba ni un solo bocado, y en su cubierta, llamada habitación entraba en una en una aparente calma física que contrastaba con su angustia psicológica. El espacio era un nicho perfecto para un organismo despreciable, en él se celebraban las escenas más tristes e inhumanas, danzaban macabras imágenes de olvido y rechazo, era un ambiente sórdido de rastro humano, se había convertido en una pieza execrable, no solo para su familia, sino para los que lo antecedían en poder.

Así pues todas sus partes son un concierto de adaptaciones producto de sus imposibilidades; desde su posición de burócrata, el contacto con el poder siempre lo hacía sentir como algo minúsculo; su padre alguien monumental, gigante inaccesible, estaba siempre por encima de él; además pertenecía a una minoría judía, que dado el antisemitismo de la época, lo relegaba al más bajo nivel lo hacía sentir impuro.

En su condición de ser adaptante descubre entonces ahora el verdadero significado de su cabeza, luego de haber terqueado utilizar siempre su parte inferior para salirse de la cama, había encontrado una condición natural de los insectos, “sus principales órganos estaban en la cabeza”[3], aquella que aludía la única condición jerárquica, por lo tanto el resto de su cuerpo había encontrado una guía; sin embargo él la había hecho obediente, la inclinaba dócilmente ante la presencia de otros, pero su actitud sumisa, lo tornaba más vulnerable tal como lo cita el texto; “y por mucho que girase humildemente la cabeza, el padre pataleaba aún con más fuerza”. Ni siquiera su sometimiento e imposibilidad le sirven para agotar su sufrimiento, el cual pronto se convierte en una creciente enfermedad.

A propósito de los aspectos fisiológicos, cabría anotar la función del exoesqueleto, como medio de protección, como vehículo de respiración y como soporte de los movimientos, en este personaje, ese exoesqueleto no habría cumplido su función vital, por el contrario, le era propia una caparazón franqueable, sensible que estuvo al alcance del ataque de su padre, de los accidentes ocasionados por su hermana; todo, absolutamente todo, permeaba su cuerpo y su mente, los daños ocasionados eran irreversibles y su degeneración había iniciado un vertiginoso viaje al abismo.

Sin embargo, tenía a favor otro recurso que seguía siendo aún más improductivo sus patas múltiples pero inoficiosas, o por lo menos poco exploradas; las mismas que en cualquier insecto agudizarían las actividades sensoriales, desarrollarían ventajas y habilidades excepcionales; se habían convertido para él, en otra inútil carga y no debido a su peso, sino a la falta de dominio que cada vez le angustiaba más, porque el tamaño de ellas, era inversamente proporcional a su peso y volumen.

Finalmente, el entramado culmina en una muerte que engendra  una paz interior, esboza la expiración no como un fin, sino como el alivio al dolor físico y mental; la pesadumbre de Gregor, no es más que la despreciable muestra de que el sacrificio de uno es el remedio de otros; para su familia, Gregor no será más un estorbo, sino un burdo episodio del pasado y vendrán otros insectos, en forma de mosca, escarabajo o mariposa, lo que no es realmente imperante, al fin y al cabo seguirán siendo insectos hasta que la mano enemiga haya finado su existencia. Es entonces, como  el sufrimiento de Gregor ha encontrado un bálsamo para todos sus pesares y esa entrega absoluta a su inalienable condición ha encontrado por fin emancipación  de su mente.






[2] ARNALDOS SANABRIA, María Isabel. Fauna Entomológica involucrada. 2011
[3] http://www.agro.unlpam.edu.ar/catedras-pdf/insectos-adaptaciones.pdf

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