UNA INCISIÓN SOCIAL
La sociedad, es una fábrica de ideologías, cuyas piezas resisten a
la carcoma de los siglos, se remonta invencible sobre su prole como una gigante
fuerza de poder. Frente a ella sucumben sumisos los individuos, en su condición
de liliputienses; coartados de su libertad presos de los juicios falsos, de
regímenes y fórmulas precisas de adaptación social. Y entonces, hay quienes
intentan salir de ella y en su afán alteran su forma e inician un proceso
metamórfico buscando explorar espacios nuevos, pero una fuerza, que por lo general es poder los
somete y terminan siendo tan vulnerables y despreciables como un insecto.
Es quizá esa condición que lleva a Kafka a camuflar su historia, la metamorfosis (escrita
en 1912 y publicada en 1915) en la criatura más despreciable, hostigada y
pisoteada por la humanidad, el insecto; ¿y cómo determinar la simbiosis que
pretende Kafka entre su personaje y el artrópodo aquel? He aquí la etimología
que podría contextualizar la intención del autor.
En principio, es necesario saber su significado, que según lo refiere
la real academia de la lengua, es un término que “proviene del latín insectus, a su vez procedente de insecāre que significa cortar o hacer una incisión, por lo tanto, es un
artrópodo
que tiene el cuerpo dividido en cabeza, tórax y abdomen. Los insectos, que experimentan una metamorfosis durante su
desarrollo, disponen de un par de antenas, uno o dos pares de alas y tres pares
de patas”[1].
Una figura poco atractiva que no entra en el esquema de beldad al que se
supeditan las personas, que no merece cariño y que los únicos sentimientos que
despiertan es el repudio y la repulsión.
En efecto, Samsa, el protagonista de la narración encarna su cruel
realidad en este bicho, cuando despierta y sin sentar precedentes ya está
atrapado en un cuerpo ajeno que por
cierto le era muy familiar, ha cumplido su propósito de transformación, que no
solo implica cambios fisiológicos sino de hábitat y comportamiento, la mutación
había logrado su objetivo; se preparaba posteriormente para adecuar su nuevo
ambiente.
Sucede luego que el personaje comienza a describir minuciosamente
su nueva contextura: vientre abombado, parduzco y dividido por partes duras,
patas ridículamente pequeñas, que vibran desamparadas, esa mutación, pensada
desde el holometabolismo tal como lo nombra Arnaldos Sanabria en su libro Fauna
Entomológica involucrada (2011), como un proceso de metamorfosis complicada, durante este estadio, el diminuto animal deja de comer
y en la mayor parte de los casos se inmoviliza y generalmente se encierra en
una cubierta protectora sufriendo dentro de ella una reorganización morfológica[2],
esta, es quizá la fotografía perfecta de las tétricas escenas pintadas
en la obra, Samsa aunque inicialmente disfrutaba su degradación humana, alimentándose
con sobras y comida putrefacta, pasó luego a una muda (evolución de los
insectos), en la que no probaba ni un solo bocado, y en su cubierta, llamada
habitación entraba en una en una aparente calma física que contrastaba con su
angustia psicológica. El espacio era un nicho perfecto para un organismo
despreciable, en él se celebraban las escenas más tristes e inhumanas, danzaban
macabras imágenes de olvido y rechazo, era un ambiente sórdido de rastro
humano, se había convertido en una pieza execrable, no solo para su familia,
sino para los que lo antecedían en poder.
Así pues todas sus partes son un concierto de adaptaciones
producto de sus imposibilidades; desde su posición de burócrata, el contacto
con el poder siempre lo hacía sentir como algo minúsculo; su padre alguien
monumental, gigante inaccesible, estaba siempre por encima de él; además
pertenecía a una minoría judía, que dado el antisemitismo de la época, lo
relegaba al más bajo nivel lo hacía sentir impuro.
En su
condición de ser adaptante descubre entonces ahora el verdadero significado de
su cabeza, luego de haber terqueado utilizar siempre su parte inferior para
salirse de la cama, había encontrado una condición natural de los insectos,
“sus principales órganos estaban en la cabeza”[3],
aquella que aludía la única condición jerárquica, por lo tanto el resto de su cuerpo
había encontrado una guía; sin embargo él la había hecho obediente, la
inclinaba dócilmente ante la presencia de otros, pero su actitud sumisa, lo
tornaba más vulnerable tal como lo cita el texto; “y por mucho que girase
humildemente la cabeza, el padre pataleaba aún con más fuerza”. Ni siquiera su
sometimiento e imposibilidad le sirven para agotar su sufrimiento, el cual
pronto se convierte en una creciente enfermedad.
A propósito
de los aspectos fisiológicos, cabría anotar la función del exoesqueleto, como
medio de protección, como vehículo de respiración y como soporte de los
movimientos, en este personaje, ese exoesqueleto no habría cumplido su función
vital, por el contrario, le era propia una caparazón franqueable, sensible que
estuvo al alcance del ataque de su padre, de los accidentes ocasionados por su
hermana; todo, absolutamente todo, permeaba su cuerpo y su mente, los daños
ocasionados eran irreversibles y su degeneración había iniciado un vertiginoso
viaje al abismo.
Sin embargo,
tenía a favor otro recurso que seguía siendo aún más improductivo sus patas
múltiples pero inoficiosas, o por lo menos poco exploradas; las mismas que en
cualquier insecto agudizarían las actividades sensoriales, desarrollarían
ventajas y habilidades excepcionales; se habían convertido para él, en otra
inútil carga y no debido a su peso, sino a la falta de dominio que cada vez le
angustiaba más, porque el tamaño de ellas, era inversamente proporcional a su
peso y volumen.
Finalmente, el entramado culmina en una muerte que engendra una paz interior, esboza la expiración no
como un fin, sino como el alivio al dolor físico y mental; la pesadumbre de
Gregor, no es más que la despreciable muestra de que el sacrificio de uno es el
remedio de otros; para su familia, Gregor no será más un estorbo, sino un burdo
episodio del pasado y vendrán otros insectos, en forma de mosca, escarabajo o
mariposa, lo que no es realmente imperante, al fin y al cabo seguirán siendo
insectos hasta que la mano enemiga haya finado su existencia. Es entonces,
como el sufrimiento de Gregor ha
encontrado un bálsamo para todos sus pesares y esa entrega absoluta a su
inalienable condición ha encontrado por fin emancipación de su mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario